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Vivir durante la preparación de oposiciones

En este post hablaré, más que sobre oposiciones, sobre lo que supone opositar. Es una entrada un poco distinta a las demás, ya que hablaré de un tema que conozco desde dentro. Y esto para mí es importante, ya que cuando estaba opositando en numerosas ocasiones he sentido que nadie me comprendía. Sólo aquellos que también estaban en mi misma situación. Y a veces ni ellos, sólo los que opositaban a lo mismo que yo. Incluso a veces, ni ellos mismos, ni siquiera yo.

El proceso

No quiero centrarme en el desenlace de la historia. Está claro que, generalmente, si tiene un final feliz estaremos muy satisfechos. Si no tiene el final que esperábamos, eso por lo que tanto hemos luchado y sacrificado, nos hará experimentar mucho malestar que necesitaremos aprender a manejar.

Por ello, me gustaría más detenerme en el proceso, en ese camino que se recorre desde que decides comenzar a prepararte hasta que llega el momento de examinarte de tus oposiciones.

Porque desde mi punto de vista, ese camino es la clave, es en lo que necesitamos centrarnos para poder llegar lo más “sano posible”, tanto al examen (o exámenes o pruebas) como al después. Y lo más curioso es que muchas veces lo olvidamos, a pesar de ser aquí donde se pasa más tiempo. No es de extrañar que obviemos esto, porque es muy común que nos olvidemos incluso de nosotros mismos.

Normalmente, cuando decidimos emprender este (normalmente) largo camino, lo hacemos llenos de ilusiones y expectativas. Nos focalizamos en el resultado, imaginando esa consecuencia final justa a tanto tiempo de estudio, esfuerzo y sacrificio. No nos planteamos otra opción como posible. Si estudiamos mucho, aprobaremos, sacaremos plaza.

Tras esta primera etapa, a medida que va pasando el tiempo, un tiempo en el que la vida se va haciendo monótona y se van perdiendo los refuerzos comunes que tenemos (ocio, vida social, descanso, etc.), va disminuyendo también la motivación. Entonces, nuestras frases comienzan a cambiar, pasamos del anterior “si estudiamos mucho aprobaremos”, al “con quedar en bolsa me conformo”. Esto no es a priori un problema, porque, de hecho, es una forma de adaptarnos a la situación, ya desde dentro. Empezamos a ser más realistas, a contemplar otras opciones dentro de ese desenlace.

Si nos quedásemos aquí, no habría problema. Lo complicado viene cuando el proceso se va alargando, con lo que llevamos más tiempo sin refuerzos a las espaldas. La motivación sigue disminuyendo, y las frases empiezan a colocarse en el polo negativo, de forma polarizada. “Esto es imposible, es inabarcable”, “no seré capaz”, “nunca sacaré plaza”, “la gente que prepara oposiciones y saca plaza es superior”, “si no saco plaza no sirvo para nada”, “estoy perdiendo el tiempo y el dinero”.

Con este tipo de pensamientos en nuestra cabeza, que se repiten tanto que empiezan a automatizarse, es muy difícil mantener la motivación. Cuando la motivación es baja, es común que nuestra constancia también empiece a descender. Y entonces, como seres adaptativos que somos, intentaremos adaptarnos a esta situación. Con todo este tipo de mensajes, es normal que lleguemos a autoboicotearnos, disminuyendo nuestro ritmo de estudio, nuestra constancia y nuestra disciplina: “si no voy a sacar plaza, para qué voy a estar estudiando todo el día”; “por un día no pasa nada, total, este año sé a lo que voy”.

El peligro está en que, si caemos en esta trampa, se puede dar lo que se conoce como “profecía autocumplida”, aumentando la posibilidad de que nuestros pensamientos se cumplan con nuestras propias acciones (porque si estudiamos menos, evidentemente, la posibilidad de sacar plaza o tener un buen resultado, disminuirá). En este momento, los pensamientos recurrentes desagradables aumentan, empieza a afectar nuestro estado de ánimo y a nuestra vida.

Llegados a este punto, podemos pensar que lo más fácil es dejarlo. Sin embargo, esta decisión es muy difícil teniendo en cuenta la situación económica y laboral en la que nos encontramos. Esto hace que, además, cada vez más gente decida opositar (por lo que sentimos que la competencia es mayor, aumentando la presión).

Uno de los errores más comunes al estudiar unas oposiciones es pensar que es un examen normal. Una prueba en la que si estudias, apruebas. Si estudias más, sacas más nota. En una oposición, por desgracia, no todo depende del estudio y del esfuerzo. Estamos acostumbrados a estudiar de un modo diferente y para una meta diferente. Esto es una competición donde no solo hay que hacerlo bien, sino hacerlo mejor que los demás. Pero claro, tampoco ayuda el verlo como una lucha.

Además, se suma un factor: jugarse mucho en muy poco tiempo. En un día, un momento en el que puedes estar mejor o peor. Se valora el rendimiento de ese día más que el aprendizaje que llevas a la espalda. No se mide si has dedicado más horas o sabes más temas, sino que puedas demostrarlo.

Estudiar

Problemas más frecuentes durante la preparación de oposiciones 

  • Cambio en el estilo de vida: debemos adaptarnos a una nueva rutina que no suele ser fácil, porque se reduce mucho el tiempo de ocio. Y además de reducirse, se limita a horarios muy específicos y fijos. 
  • Incomprensión: mientras nosotros nos tomamos muy enserio la oposición, los demás quizás no tanto. Para quien está opositando, es como un trabajo, con un horario que cumplir. Cuando surgen planes y digas que “no puedes”, muchas veces viene precedido de insistencia (con buena fe) por parte de los demás. Ante esto te preguntas ¿si estuviera trabajando me insistirían diciendo que, si un día no voy a trabajar, o salgo antes de mi trabajo, no pasa nada? Sabes que la respuesta es que no.
  • Aislamiento: los dos factores anteriores pueden llevar a la persona a que se vaya distanciando cada vez más de los demás, de su círculo de amigos. Al reducir el tiempo de ocio y sentirnos incomprendidos, perdemos el interés, pensamos que las relaciones con los demás no nos aportan mucho.
  • Incertidumbre: no saber si lo que estamos haciendo merecerá la pena al final, unido a que en muchas ocasiones no sabemos ni siquiera cuándo será la prueba, hace que nuestro día a día vaya acompañado de un montón de incógnitas. A esto se suma que no podemos hacer nada para saber las respuestas.
  • Labilidad emocional: cambios de humor frecuentes, sensación de estar en una “montaña rusa” de emociones. En un mismo día sentimos diferentes emociones, todo cabe: irritabilidad, euforia, tristeza, culpa, etc. Algunas más reconocidas, otras menos (de ahí a veces no saber qué nos pasa o cómo estamos). Algunas agradables y otras no tanto.
  • Autoexigencia: a veces, a medida que pasa el tiempo y vamos estudiando, tenemos la sensación de que, en lugar de ir mejor, vamos peor. Esto está relacionado con la autoexigencia, que va aumentando conforme pasa más tiempo. Al ir sumando ese tiempo inmersos en el estudio, nuestra implicación con las oposiciones es mayor, por eso nos exigimos más.
  • Expectativas incumplidas: cuando comenzamos a prepararnos las oposiciones, nos imaginamos súper motivados, estudiando sin parar y cada vez con más conocimientos. Lo cierto es que nos ponemos unas expectativas difíciles de cumplir en cuanto a horas, estructuración de temas a estudiar en un determinado tiempo, resultados y motivación y ánimo. Notamos una bajada de la motivación inicial, muy relacionada con el cansancio que supone el ritmo que llevamos.
  • Monotonía y rutina: los días se vuelven iguales y tenemos pocos reforzadores. A largo plazo esto lleva a un descenso en el estado de ánimo, una apatía (disminución del interés y la motivación en diversos ámbitos) que además se acentúa con el estrés.
  • Miedo al fracaso: este es uno de los más frecuentes. Nos da miedo fracasar, no cumplir con nuestras expectativas, pero muy frecuentemente, también con las de los demás. Sentimos una gran responsabilidad por toda la gente que confía en nosotros, nos da miedo defraudarlos. También el no saber qué hacer después, esa pérdida de sentido que vemos al imaginar que no llegáramos a cumplir el objetivo propuesto.
  • Gasto económico y de tiempo: mantenernos estudiando supone un esfuerzo extra, ya que además del estudio en sí, tenemos gastos económicos derivados de la oposición. También cada vez que rechazamos un plan, que se acerca el examen con esa sensación de no avanzar, hace que sintamos que estamos perdiendo el tiempo.
  • Ansiedad: es una respuesta que se da ante situaciones de amenaza o estrés, que se manifiesta a través de diversos síntomas. Estos síntomas pueden ser físicos (palpitaciones, opresión en el pecho, etc.), psicológicos (pensamientos catastrofistas, dificultades para concentrarse, etc.) y conductuales (evitación de situaciones, pérdida de control, etc.).
  • Disminución del estado de ánimo: con todos estos factores, la pérdida de energía, el cansancio acumulado, es normal que acabe llegando un estado de ánimo bajo, con síntomas depresivos, que si se prolongan en el tiempo puede desencadenar en depresión.
  • Afectación a nivel fisiológico: trastornos del apetito (desde el hambre desmesurada hasta el no comer, sentarnos mal la comida, etc.), trastornos del sueño (no dormir bien o tener mucho sueño durante la mayor parte del día), dificultades en la memoria, atención y concentración (muy relacionadas con lo anterior) y somatizaciones (quejas físicas en diferentes partes del cuerpo) o trastornos psicosomáticos.

¿Qué podemos hacer para «opositar» mejor? 

Dentro de una oposición hay muchas cosas incontrolables, pero muchas otras que se pueden aprender a manejar. Es muy importante saber dónde poner el foco. Nuestras recomendaciones son:

Encontrar el equilibrio.
  1. Entender qué nos pasa: por qué mi cuerpo y mi mente reaccionan así, por qué actúo así, por qué me siento así. Esto nos ayuda a normalizar ciertas cosas y a verlas desde una perspectiva diferente, sin culpabilizarnos.
  2. Permitirnos sentir: cuando algo nos causa malestar, intentamos acabar con eso lo antes posible. Esto puede aumentar la ansiedad, al “tener que ocuparnos” de algo más.
  3. Descansar y desconectar: habrás oído hablar de que las oposiciones son una “carrera de fondo”. Esto quiere decir que es un proceso largo, por lo que debemos conservar los recursos durante el máximo tiempo posible. De nada nos vale fatigarnos y extenuarnos el primer mes.
  4. Dejarnos cuidar: muchas veces nuestro entorno intenta ayudarnos y no sabe cómo. Podemos pedir ayuda, decir qué necesitamos de los que nos rodean y nos quieren. Y dejarnos ayudar y cuidar, no tenemos que ser “superhéroes/heroínas”. Es muy importante también poder expresar lo que sentimos de manera adecuada.
  5. Cuidarnos: alimentación, sueño y deporte. No podemos sacrificar la salud porque sino, no podremos rendir bien, teniendo en cuenta que hablamos de un proceso a largo plazo. En un examen puntual de la carrera puedes dormir dos horas, si lo haces en una oposición, ese día no vas a llegar en condiciones óptimas para rendir bien.
  6. Compañerismo: ver esto como una guerra, solo hará que lo vivas como si cada día estuvieras en un bombardeo. Puedes aportar y recibir mucho a cambio de los que están pasando por el mismo proceso.
  7. Eustrés: no todo estrés es malo. Un nivel de estrés óptimo, ni muy alto que nos paralice, ni tan bajo que no suponga nada, hace que rindamos mejor. Tenemos un desafío por delante y es normal sentir estrés, pero saberlo manejar para mantenerlo en unos niveles tolerables nos ayudará a rendir mejor.
  8. Entrenamiento y organización: saber que contamos con recursos para abordar nuestra prueba y establecer una rutina en la que nos sintamos cómodos nos ayudará. También es importante ser flexible, tanto en la rutina, como en los pensamientos que tenemos (no todo es blanco o negro).

El después de las oposiciones 

Pase lo que pase, somos más que el resultado de lo que conseguimos. Siempre. Tanto si estamos celebrando, como si estamos llorando por el final que ha tenido este camino. Mi historia por desgracia, no tuvo final feliz y me costó mucho ver esto. Pero somos más que un resultado. En ese resultado influyen muchos factores, no sólo depende del esfuerzo y de “quién se lo merece o no”. Tras algo así, debemos seguir cuidándonos, adaptarnos a la nueva situación, establecer nuevas rutinas, llenar las horas, pero sin huir o evitar sentir y relativizar mucho. Como una amiga mía dice «por algo se llaman oposiciones», así que termine como termine, esto nos ha enseñado mucho, sobre nosotros, sobre nuestra tolerancia a la frustración, sobre el esfuerzo y el sentido del mismo. Aún en este punto, queda camino, pero aquí los protagonistas seremos nosotros.