¿Quién no ha sentido o siente culpa alguna vez?
Este sentimiento o sensación interna de haber dañado a alguien, de haber hecho algo malo, de ser mala persona, de haber incumplido algún tipo de norma o no haber sido fiel a alguno de nuestros valores fundamentales. Las situaciones que generan culpa pueden ser reales o imaginarias, pero suelen producir un malestar continuo.
En ocasiones la culpa se convierte en obsesión (es frecuente, intensa e influye negativamente en nuestro bienestar emocional).
¿Qué vas a encontrar en esta entrada?
Elementos que componen la culpa
- El hecho que causa la culpa (real o imaginario).
- La percepción o autovaloración negativa del hecho (conciencia subjetiva). Lo que interpretamos de lo que ha sucedido y la valoración que realizamos.
- La emoción negativa que la acompaña (remordimiento). Depende mucho de cómo nos han educado, de nuestra personalidad (las personas introvertidas suelen sufrir más sentimiento de culpa) o de nuestros valores éticos y morales.
Culpa «Normal» / Adaptativa
Es aquella que nos permite convivir con los demás y nos permite adaptarnos al entorno.
Culpa Anormal / Desadaptativa
Mentalmente podemos alterar la realidad (la distorsionamos) por exceso o por defecto.
En el primer caso, nos podemos obsesionar y convertir en una montaña lo que ha sucedido (nos sentimos culpables sin que objetivamente sea algo malo o no dependa de exclusivamente de nuestros actos).
En el segundo caso, no existe remordimiento, ni empatía o compasión. En ambos casos es anormal.
¿Podemos cambiar «culpa» por «responsabilidad»?
La responsabilidad es un valor o una cualidad de cualquier ser humano, que lleva a cabo sus «obligaciones» al hacer, decir u ofrecer algo con plena conciencia de sus actos; que entiende las consecuencias de hacer o dejar de hacer. Cambiemos me culpo por me responsabilizo.
Cerebro y culpa
Existen buenas razones, según la ciencia, por las que nos sentimos culpables. Por ejemplo, las personas que a menudo se sienten culpables son percibidos por los demás como mejores amigos, parejas, empleados, etc… En este caso y en otros, nuestro cerebro nos recompensa por sentirnos culpables («circuito de recompensa»).
Por otro lado, un estudio realizado en la Universidad de Harvard ha comprobado cómo las huellas dolorosas se quedan grabadas en el cerebro activando sobre todo la amígdala, el núcleo del miedo y la corteza visual. Por el contrario, cuando las experiencias dolorosas se procesan correctamente, pasan a formar parte de una experiencia narrativa y activan fundamentalmente el área de Broca, que es la responsable del lenguaje.
¿Cómo podemos superar la culpa?
Para gestionar la culpa de una manera sana o adaptativa, podemos llevar a cabo distintas acciones.
En relación a nuestras cogniciones / pensamientos:
- Aprender de los errores. Si por cualquier razón, sentimos que nos hemos equivocado, flagelarse no parece una proporcione soluciones. Aprender nos permite cambiar y avanzar.
- Relativizar. No hagamos que algo sea más grave o grande de lo que es, intentemos dar la importancia o el valor adecuado a lo que sucede.
- Separar los pensamientos de la realidad. Nuestros pensamientos no son la realidad. El hecho de que existan no los convierte en reales. La importancia que les demos puede variar nuestras emociones.
- Asumir la responsabilidad que nos corresponde. Ni más, ni menos. En su justa medida.
«El débil no puede perdonar. El perdón es un atributo de los fuertes». (Mahatma Gandhi)
En relación a nuestras emociones y sentimientos:
- Expresar emociones y sentimientos. No expresar lo que sentimos puede crearnos un enorme malestar o que podamos acabar haciendo algo que realmente no queremos. Reprimir las emociones nos desgasta más que el sentirlas y que acabemos explotando.
- Aprender a perdonarnos. Si no existe la intención de hacer ningún daño o de que algo malo ocurra, pero sin embargo finalmente se produce, es sano que aprendamos a perdonarnos. Equivocarse, errar o tomar decisiones que no resultan en lo que esperábamos es algo habitual. No somos perfectos y está bien.
En relación a nuestra conducta:
- Pedir disculpas si es necesario. Poner fin a la situación, aceptando el dolor que conlleva, pero siguiendo adelante con la propia vida.
- Decir las cosas con asertividad. Una forma de comunicación que consiste en defender nuestros derechos, expresar opiniones y realizar sugerencias de forma honesta, sin caer en la agresividad o la pasividad, respetando a los demás, pero sobretodo respetando nuestras propias necesidades.
También es conveniente tener en cuenta que la culpa puede convertirse en una herramienta para manipular el comportamiento y está muy relacionada con la necesidad de aprobación externa.
¿Cuándo acudir a terapia?
El sentimiento de culpa te puede convertir en víctima y verdugo de ti mismo, al mismo tiempo.
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Gestión y educación emocional: Poder conocer nuestras emociones, su intensidad y la función de cada una de ellas porque pueden ayudarnos a una correcta regulación emocional.
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Mejorar la autoestima: Es fundamental conseguir una buena percepción de nosotros mismos y sentirnos lo mejor posible hacia ella, recuperando nuestros valores y la confianza.
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Erradicar creencias irracionales: Trabajar las creencias relacionadas al sentimiento de culpa y la realidad, eliminando pensamientos intrusivos y rumiativos que únicamente favorecen el mantenimiento del sufrimiento de la persona.
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Mejorar las relaciones sociales: La culpa puede ser muy paralizante, por eso, como parte del tratamiento será conveniente indagar y ayudar las causas y consecuencias a todos los niveles.
Y muy importante, disponer de un espacio seguro para ser escuchado sin ser juzgado y escucharnos a nosotros mismos y poder expresarnos en voz alta.
Referencias
Echeburúa, E., Corral, P. y Amor, P.J. (2001). Estrategias de afrontamiento ante los sentimientos de culpa. Análisis y Modificación de Conducta, 27, 905-929.
Además de lo indicado en este post, si padeces algún tipo de afección, es conveniente hablar con un profesional de la salud antes de probar cualquier terapia.
Psicóloga General Sanitaria
Nº de colegiada: MU04008